La contienda electoral por el escaño final al Senado ha comenzado. La votación anticipada en el estado de Georgia finalizó el viernes de la semana pasada, la última de las elecciones de medio mandato de este año en las que los demócratas resistieron al conservar el control de la Cámara Alta del Congreso, pero perdieron la Cámara de Representantes a manos de los republicanos.
El martes es la votación oficial para elegir a quien ocupará el último escaño en liza. Todo se resume entre el reverendo bautista Raphael Warnock, el candidato demócrata y actual senador, contra Herschel Walker, una antigua estrella de fútbol americano que representa a los republicanos y cuenta con el aval de Donald Trump. Más de 1,8 millones de personas han votado por adelantado, donde usualmente los votos progresistas tienen su punto fuerte, por lo que el día oficial será crucial para definir la victoria.
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El segundo escaño del estado de Georgia terminó siendo el único de todos los revalidados a nivel federal que tuvo que pasar a una segunda vuelta. Ninguno de los dos candidatos pudo sobrepasar el umbral del 50 % para evitar la última ronda, lo que evidencia la fuerte polarización de un territorio históricamente conservador que ahora funciona como una bisagra, pudiendo favorecer a un partido u otro en cada elección, por lo que de cara a las elecciones del 8 de noviembre siempre fue un estado clave.
Las encuestas vaticinan una ligera ventaja a favor de Warnock, que supuestamente se habría reflejado en los votos anticipados según han reconocido ambos partidos. Pero la cuestión está en si la cantidad de respaldos que recibe el martes podrán hacerle frente a Walker, que en primera vuelta ya había recibido unos 220.000 votos más que Warnock el 8 de noviembre, el 56 % de los votos de la jornada según la Secretaría de Estado de Georgia.
¿Qué está en juego en la segunda vuelta?
El interés político de la batalla es máximo. Los demócratas consiguieron retener el control de la Cámara Alta, pero por la mínima de 50 escaños frente a los 49 de los republicanos. El resultado del martes decidirá si los demócratas logran la mayoría, lo que les permitirá prescindir del voto de desempate de la vicepresidenta progresista Kamala Harris, o si por el contrario los conservadores se hacen con el escaño, poniendo más presión sobre el resto del Gobierno del presidente Joe Biden.
El Senado está conformado por 100 escaños, y actualmente los demócratas tienen el control por una escasa mayoría. Técnicamente, en las elecciones de 2018 terminaron empatados con 50 sillas cada uno, pero el voto de calidad de la presidenta les otorga automáticamente el dominio de la cámara. Un asiento más, para tener 51, les permitiría ampliar el margen en las votaciones, reducir el estrés de evitar desacuerdos entre parlamentarios de la misma bancada y un mayor liderazgo en todas las comisiones del Senado.
Para los demócratas es importante no depender del voto de desempate de Harris, y también lo es contar con votos adicionales a la hora de aprobar legislaciones importantes y divisorias, dado que no todos los parlamentarios piensan igual. La primera parte del mandato de Biden fue dura, principalmente por las discrepancias entre el grueso de los demócratas y los senadores Joe Manchin, de Virginia del Oeste, y Kristen Sinema, de Arizona.
Esa condición obligó al partido a movilizar a todos sus senadores, horas de negociación y mucho estrés para conseguir la unidad del bloque, empatar cualquier decisión y ganarla con el voto de desempate de Harris. Eso sin mencionar que una mayor fuerza republicana, reflejada en los comités del Senado, daría lugar a la presentación de medidas obstruccionistas que impidan la tramitación de algunos proyectos liberales. Dado que los republicanos dominarán la Cámara Baja, controlar el Senado por un pelo no es el escenario ideal para Joe Biden. @mundiario